Principio de Libertad.

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Principio de Libertad.

La corrida de beneficencia siempre es una fecha de expectaciones del abono, Las Ventas se prepara para recibir la visita de la monarquía. La familia real es aficionada a los toros, muchos de los que alguna vez vimos los toros en la catedral tauromáquica de Madrid, recordamos a la madre de Juan Carlos, con su real testa inclinada viendo torear desde el palco reservado a la familia, y alguna vez les vi a los príncipes “asturianos” haciendo los honores. Verdad que el monarca (como a sus hijos, nueras y yernos) también se deja ver en la barrera, la primerísima fila de los tendidos, justo sobre el callejón reservado a los maestros y sus respectivas cuadrillas. El callejón y los burladeros, unos palcos angostos (un escalón aislados del callejón por maderas), rústicos pero privilegiados. Reservados a aquellos que guardan algún tipo de relación mas estrecha con el festejo, los toros y los toreros. Los ganaderos, los médicos, los fotógrafos, los empresarios, los representantes y diletantes de la “crema” del toro como vuestro servidor que ayer tarde fue invitado por el maestro extremeño Alejandro Talavante, mi estimado amigo. La tarde “benéfica” siempre ofrece una corrida de importancia, y ayer se lidiaron toros de Carlos Nuñez. Ninguno fue devuelto a los establos, aunque todos fueron protestados por el Tendido 7, especialmente inflamados por la presencia de El Juli, que ofreció su concepto de tauromaquia siempre con el “séptimo de caballería” en contra. Julián convidó con “quites” a Iván Fandiño. Los quites de Iván fueron peligrosos y estéticos, los quites fueran constante en la tarde de ayer a la tarde, todos los diestros invitaron a su siguiente compañero a lucirse con el capote. El tercio de quites no se ve todas las tardes, a veces ni se los ve en un “mano a mano” y sin un detalle de honor y estética que siempre colorea la tarde. Volviendo al principio. Dos minutos antes del paseíllo, el rey ocupo su sitio en el correspondiente palco y todos le aplaudimos, incluso republicanos decididos a ser simpáticos y agradecidos con un hombre que consagro su vida al servicio de la corona, palabras mas palabras menos.
Yo nací en una republica que, entre otras cosas, torturaba, asesinaba, suspendía las actividades del congreso, y perseguía nuestra moral y nuestra ideología a pesar de ser una republica. Quizás, entonces, un Rey hubiera servido para que la sangre (esto es literal) no llegue al río. Eso es imposible de adivinar, pero me consta que Europa soporto reyes sangrientos y republicas afilando la guillotina.
Mientras tanto, España (o como quiera usted llamar este territorio de autonomías, regiones y naciones) vivió la libertad, la modernidad, el europeísmo inclusivo, la diversidad libre, la libertad de géneros y sexualidad, las movidas, el apogeo y caída del sistema capitalista. Y todo lo que usted quiera. La España del Rey Juan Carlos.
Se merecía el aplauso de la afición solo por cumplir su ultimo servicio a la tauromaquia. Y porque, durante un largo tiempo feliz, fue un hombre real que cayo muy bien a su pueblo soberano, se le quiso con simpatía y cercanía.
No soy un progresista recién caído del catre, fui educado en el socialismo desarrollista, en la libertad, el feminismo y la tolerancia, tengo capacidad intelectual. Y entiendo que ser señor y caballero es aplaudir de pie a Juan Carlos, un rey abdicando que va a ser querido para siempre. A pesar de sus recientes safaris, de su responsabilidad política en lo bueno y en lo malo, de las teorías reversibles intento de golpe al Congreso, las finanzas irregulares de su yerno y la mar en coche.
Viva el Rey! Lo grite pudorosamente ayer tarde y lo repito hoy. Si el rock tiene reyes y la tauromaquia los tiene, España tiene uno en transito hacia una jubilación real.
Prometí lealtad a este señor cuando me fue dada mi segunda nacionalidad y aquí estoy respetando lo prometido. Por izquierdas no me corre casi nadie, ni siquiera el “coletas” … Tengo sangre roja. No es ningún secreto que la “corrección política” (entre comillas) me importa poco, no es que la edad me haya inclinado hacia la derecha del pensamiento; no termino de creerme una serie de tendencias por el simple hecho de ser tendencias, que cada uno coma lo que quiera y vaya las veces que quiera a ver los toros para siempre.
Se llama principio de libertad.
De la corrida de ayer ya se han escrito ríos de tinta, en el coche he leído por lo menos cuatro análisis de el evento mayestático de ayer (en cuatro periódicos de tirada nacional), casi todos concluyen en lo visto: Dos orejas, una menos discutida que la otra, a sabiendas que el sector séptimo del sol tiene por costumbre protestarlo todo en materia de ganado toril bravo; dos toreros que brindaron sendos toros al Rey de España recientemente abdicado y un tercero que prefirió guardarse el saludo protocolar por “una diferencia de opiniones”. En el fondo y en la corteza, todos hubiéramos querido ver a Iván entrando sin la muletilla, a Talavánte ejecutando con arte todo hasta la suerte suprema, y a Julián en firmando la tregua idílica con el séptimo tendido.
Pero todo no se puede, y fue una tarde especial.

Acompaña esta parrafada foto de callejones de Anya Bartels.