MANILA

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Hoy cortamos dos orejas. Un respetable público se presento sin teléfonos a la vista y la diferencia de inspiración, entrega,sentimiento y gratitud fue notable. Preocupa como se envenena un evento sutil y profundo -como es un concierto de música- cuando la audiencia no ofrece sus orejas y sus ojos a aquello que transcurre sobre el escenario. Confirmamos entonces que la epidemia de teléfonos móviles en los conciertos no hace sino deteriorar la buena comunicación entre artistas y público. En otras palabras, transitar un recital con el teléfono en alto es tirar el dinero, desperdiciar un espacio irrepetible ya que no hay dos conciertos iguales. Para nosotros, desde el escenario es decepcionante notar que un grueso de la platea está pendiente de una pantalla, la música no levanta vuelo porque venimos a cantar para personas y no para aparatos. Nobleza obliga confesar que le perdemos el respeto a aquellos que vienen a escucharnos mas pendientes del celular que de lo que ofrecemos en el escenario. Viajamos muchos kilómetros, soportamos interminables esperas en aeropuertos, sorteamos problemas de salud, contratamos a los mejores en cada rubro para llegar y brindar conciertos como el de esta noche hace apenas horas. La impudicia telefónica es una absoluta falta de respeto a mi y a mis compañeros. Y además es tirar la plata, un desperdicio de tiempo, un recital menos… Cambian los tiempos pero algunas cosas no cambian. La música se escucha pero grabada en estos artefactos suena horrible. Estamos en persona de visita en ciudades por primera vez, verlo a travez de una pantalla es imperdonable y ademas es ofensivo, es idiota y es el peor síntoma del signo de los tiempos porque, huelga decirlo, los cambios no siempre buenos ni reflejan progreso humano … La esclavitud telefónica no se hizo notar en esta segunda función en Manila … Es probable que algún teléfono rebelde haya estado filmando pero el público se presento mirando y escuchando … y también cantando. Nos hicimos un favor importante. Mis sensaciones fueron inmejorables y eso es lo que me importa. Los conciertos siempre son correctos porque mis compañeros son músicos extraordinarios y porque llegamos bien ensayados. Pero la diferencia sutil es profunda. Que la experiencia de hoy sirva como advertencia cómplice: Es muy complicado ofrecer un concierto especial si lo que vemos desde el escenario es a gente concentrada en capturar el concierto con un sonido de mierda y una imagen borrosa. Es como escupirnos en la cara. Gratitud, respeto y amistad a aquellos que pagan su entrada para escucharnos, pero si vienen con intenciones de llevárselo mal grabado en el smart (?) phone: Que lástima … Porque no es lo mismo cuando renuncian por dos horas a vivir pendientes de la nueva esclavitud telefónica. Manila torera, gracias de nuevo. Hoy estampé con sinceridad un beso en el suelo de vuestra tierra cafetera. Vuelvo de las ramas para contar que el concierto fue magnifico y no éramos solamente los cuatro en el escenario y nuestros compañeros de fatigas y de triunfos. Somos todos.