Tarde de Toros

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Tarde de Toros

La tarde se presentaba bien pero la expectativa es complicada porque se trata de conformar la ilusión de todos y casi siempre puede faltar algo, sea la fuerza y la bondad de los toros, la quietud en el aire, el conjunto que sirva a construir dos horas de emoción transmisión y gloria. Siempre podemos rescatar lo positivo, quedarnos con lo bueno. Con aquel toro que embistió con calidad, que no dejo de venir, con el torero que lo espero con plástica, que le dio series interminables hasta perder la cuenta de los lances en el capote y los pases en la muleta, con un estoconazo definitivo … Y a veces lo que queda faltando es poco, aunque sea importante, y el poso de sensaciones buenas es mucho … Una corrida tan buena, seis toros (aunque el sexto se vino a romper, el sobrero fue un toro de calidad) galopando y humillando con categoría, buscando la barriga del engaño, viniendo y viniendo … Toreros haciendo lo que mejor saben, aunque alguna espada resbale en el hueso de un animal que se mueve, llevándose un triunfo de mayor gloria y premios … Cierto que una puerta grande se escurrió en la espada, pero los toreros salieron enteros de momentos de alto riesgo. Si Luque reboto en la frente armada de su primero, y Fino cayo tropezando con la pata del suyo, y Alejandro exprimió el valor con tanta imaginación como riesgo, toreando a la mexicana, de rodillas, mirando el tendido, en redondo y en derecho. Y yo, de invitadísimo de Alejandro, como el miércoles lo fui de José Antonio; para sentarme en el mitológico burladero del nueve, en el nido de las águilas, la trastienda de los toreros, el behind the scenes, el backstage del toro… Y sentado al lado de Don Rafael Herrerias, hombre fuerte de La México, jefe de jefes. Tarde redonda aunque haya faltado abrir la puerta grande. La llave se quedo en alguna estocada imperfecta y alguna que toco hueso … Y eso. Que no es poco. La mejor corrida de toros hasta la feria, con permiso del colorado de Sebastián; y momentos de intensa alegría en el rugido imponente de San Isidro, bajo el cielo gris que no quiso llorar de contento que estaba. Y así nos quedamos todos. Y así nos fuimos.