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Calamaro, en La Riviera: de diez
El cantante argentino, con una furia rockera renovada, demuestra en un apabullante concierto en Madrid que tiene un repertorío que quita el hipo.
Por Lino Portela.

Concierto: Andrés Calamaro.
Lugar: La Riviera (Madrid.)
Fecha: 15/09/10.
Precio: 38,40 euros.
Asistencia: 2.800 personas (llenísimo).

La única verdad es la verdad. Y la verdad es, hoy por hoy, Andrés Calamaro, de 49 años, cuando se sube a un escenario, tiene uno de los mejores directos jamás vistos en España. Sobre todo gracias a un repertorio que apabulla. Que te deja seco. Que pone los pelos de punta.

Ciñámonos primero a lo estético o superficial, pero no menos importante. A las 21.30 horas en punto, Calamaro apareció sobre las tablas de la sala La Riviera, de Madrid, con todas las entradas vendidas (2.800 personas). Lo hace con una camisa comprada en Nashville, una cinta pirata en el pelo a lo Keith Richards, un pulpo colgando del pie de micro, su clásica y arañada Telecaster con el tatuado toro de Osborne, y unas molonas gafas de sol. Como escuderos trae a su increíble e inseparable banda de rock, capaz de sacar los colores a la mismísima E Street Band de Springsteen. Así, como suena.

Pero no se queden en lo superficial. Calamaro, para empezar, calienta a la sudorosa sala con Los Divinos, el Jumping Jack Flash, de los Stones, El Salmón, Mi enfermedad, Carnaval de Brasil y Nunca es igual (el reggae que cantó junto a Escohotado en Alta suciedad). Toma ya. Calamaro se deja de caras b y está decidido a tocar su mejor repertorio esta noche. Es lo que hace a lo largo de las más de dos horas de concierto (casi treinta canciones). Empecemos: Me estás atrapando otra vez, El día de la mujer mundial (con un final a lo Starway to Heaven)… pidan por esa boquita. El argentino dio ayer lo que se esperaba de él. Tocó todas las canciones que tenía que tocar.

Este músico genial es capaz de rescatar canciones, aparentemente olvidadas de su disco más obsesivo (El salmón), como All you need is pop, Out put in put o Crímenes perfectos (de Alta suciedad) y mezclarlas con nuevos valores como Mi gin tonic o Me envenenaste, una de las mejores de su último trabajo On the rock, y convertirlas en clásicos imprescindibles. No hay pegas. Las canta con arte intencionadamente rockero, con gusto y sintiendo cada coma de sus letras como un campeón de kárate (así baila el capo argentino cuando suelta la guitarra).

Calamaro es uno de esos genios que en su época tóxica (no hace falta explicaciones ¿verdad?) compuso tantas canciones y tan buenas que cuando optó por la vida sobria y se sorprendió a sí mismo con cientos de obras de arte. Ahora, completamente lúcido, lo que hace es rescatar esas joyas escondidas (algunas ensangrentadas) para disfrute de él mismo y del público. Es lo que hizo anoche. Una inteligente y hábil selección del perturbador repertorio que posee e interpretado mejor que nunca. Calamaro sabe lo que tiene entre manos: uno de los mejores repertorios del rock en castellano.

Ante eso se hace difícil poner alguna pega. No, ninguna por mucho que se quiera. El primer concierto de los dos que dará (hoy es el segundo) en Madrid fue impecable. De diez. Quien diga lo contrarío, miente.